El cambio climático es una de las principales preocupaciones a nivel global, especialmente entre los jóvenes. Según el último Eurobarómetro, el 40% de los jóvenes de la UE entre 16 y 30 años reconoce que este problema es su principal preocupación, y un tercio asegura que la UE debería prestar más atención al medio ambiente durante los próximo cinco años.
Es por ello por lo que, desde hace años, países y diferentes organizaciones del mundo debaten y estudian como paliar los efectos del cambio climático sobre la vida de las personas. Entre ellas, el arborismo juega un importante papel de cara a un futuro más sostenible y ciudades de todo el mundo ya han empezado a trabajar en ese sentido.
¿Qué es el cambio climático?
Para entender el papel de los árboles y la vegetación en la lucha contra el cambio climático, es importante entender qué significa esto. Según Naciones Unidas, el cambio climático se refiere a “los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos”. Estos cambios pueden ser naturales, como la actividad solar o erupciones volcánicas, o como consecuencia de la actividad del ser humano, como la quema de combustibles fósiles. Se estima que éste ha sido el principal motor del cambio climático desde el siglo XIX.
Las consecuencias de todo ello conllevan sequías intensas, escasez de agua, incendios, el aumento del nivel del mar, deshielo o tormentas catastróficas.
¿Hay solución? Desde hace años, se trabaja en torno a acuerdos globales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible o el Acuerdo de París. Estos convenios plantean objetivos a medio y largo plazo, aunque una de las metas principales es tratar de reducir en más de dos tercios la extracción de reservas de combustibles fósiles antes de 2050.
Entre otras medidas, los árboles y la propia naturaleza son parte de la solución, y pueden ayudarnos de más formas de las que cabe imaginar.
Sumideros naturales de CO2
Una de las principales contribuciones de los árboles contra el cambio climático es combatir el exceso de C02 en la atmósfera. Los árboles son sumideros naturales de este gas generado, en gran parte, por la actividad humana. Cuantos más árboles plantamos, sobre todo en zonas deforestadas, menos carbono entrará en la atmósfera y contribuirá al calentamiento.
Los árboles son también el hogar para muchas especies de seres vivos. Aproximadamente, un 80% de la vida animal y vegetal convive en estos ecosistemas, por lo que es sumamente importante la buena gestión y control de los árboles de las ciudades y de los montes.
Además, son una barrera natural frente a las catástrofes. Son reguladores del movimiento del agua, por lo que son de gran ayuda contra las inundaciones, o los manglares en zonas costeras que protegen de erosión de las mareas o de los tsunamis.
Y como no, los árboles tienen un gran impacto sobre la salud física y emocional de las personas. Los seres humanos con una mayor exposición diaria a los árboles establecen una conexión con la naturaleza y son más conscientes a la hora de proteger el mundo natural en el futuro.

Tendencias en arboricultura
Una vez conocidos los principales beneficios de los árboles frente a cambio climático, son varias las tendencias arboristas que gobiernos y organizaciones han promovido en los últimos años.
Aumento de la Plantación de Árboles
Hay diferentes programas que tienen como objetivo principal la reforestación de áreas que han perdido su masa de árboles. De hecho, las ciudades también se han preocupado por plantar más árboles para reducir las denominadas “islas de calor humano”. Con ello, mejoran la calidad de aire y consiguen un ambiente más saludable para sus habitantes. En entornos urbanos, algunas de las especies que más CO2 absorben son la melia, la acacia de tres espinas, la jacaranda o el olmo.
Selección de especies resistentes
En la lucha contra el cambio climático, hay especies de árboles que se adaptan mejor que otras y que pueden tener una contribución mayor a largo plazo. Es importante la plantación de especies autóctonas y nativas en cada territorio, ya que serán más resistentes frente a las inclemencias , u otras que puedan soportar condiciones difíciles como temperaturas extremas o escasez de agua. Algunos de estos árboles son el roble, la acacia, el arce o el ciprés.
Protección de los bosques
Es muy importante el impulso de prácticas de manejo que minimicen la deforestación, como una tala selectiva o una reforestación constante de boques perdidos, sin obviar la información ecológica de cada territorio, pues no sirve una misma especie de árbol para reforestar diferentes territorios en todo el mundo.
La agroforestería
Aunque los árboles capturan el CO2 de manera natural a través de la fotosíntesis, existen sistemas agroforestales que integran los árboles con cultivos agrícolas, permitiendo así un uso más eficiente de la tierra mientras capturan el carbono.
Esta práctica se ha extendido también a las ciudades, con los llamados huertos urbanos o corredores verdes. Estos sistemas ofrecen beneficios ambientales y sociales, a la vez que contribuyen a la seguridad alimentaria local y la resiliencia.
Capacitación de los arboristas
Para luchar contra el cambio climático, el sector arborista tiene que contar con los mejores profesionales y herramientas. Es por ello por lo que dentro el sector se está asegurando de conocer las mejores prácticas para gestionar los árboles de manera que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático. Por ejemplo, el uso de drones o satélites para monitorear el crecimiento de los árboles, evaluar su salud o detectar problemas de plagas. También se están utilizando grandes cantidades de datos para predecir el comportamiento de los árboles frente al cambio climático y anticiparse a potenciales problemas.
Protección de los árboles urbanos
Muchos ayuntamientos ya trabajan en estrategias para proteger los árboles de sus ciudades a través de técnicas como el riego eficiente, la implementación de la tecnología para que el trabajo en árboles sea más eficiente o la planificación de espacios verdes sostenibles cada vez más grandes.
Un asunto de preocupación mundial
Las ciudades no están perdiendo el tiempo y trabajan para que sus urbes se vean más verdes, sostenibles y, en consiguiente, obtengan un aliado más frente al cambio climático.
En España, el Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima de Zúrich incluyó a Sevilla, Barcelona y Madrid como las ciudades con más cobertura arbóreas dentro de su superficie urbana.
En el mundo, son muchos los ejemplos de grandes metrópolis que han promovido políticas y actuaciones para que sus ciudades sean mucho más verdes.
Singapur ha sido pionera en integrar el arborismo urbano en su diseño como ciudad. El proyecto “City in a Garden” es precisamente eso, un entorno en el que los árboles conviven con grandes rascacielos y avenidas. De hecho, en las azoteas de edificios altísimos, han plantado árboles y vegetación inmensa a través de técnicas de arboricultura vertical. No solo embellecen la ciudad, sino que también actúan como un sistema de gestión de la lluvia de sus habituales tormentas o ayudan a regular las temperaturas.
Melbourne, valorada como una de las mejores ciudades del mundo para vivir por su calidad de vida, promueve diferentes planes como el “Canopy Urbano”, con el que se busca plantar más árboles en las calles que puedan resistir a las temperaturas extremas o las sequías.
En Copenhague se ha impulsado la arboricultura urbana inteligente en busca de una mejora de la calidad del aire y aumentar la resiliencia frente a tormentas mediante la creación de grandes áreas verdes.
Por último, uno de los planes de Vancouver es convertirse en una de las ciudades más verdes el mundo. Han lanzado normativas como la “Tree Bylaw”, que protege los árboles ya existentes y que también promueve la plantación de más árboles en área urbana para crear un entorno más sostenible, reduciendo las emisiones de C02 y creando una barrera natural frente al cambio climático.