La DANA de Valencia fue una de las peores catástrofes naturales que se recuerdan en nuestro país en las últimas décadas. El paso de este fenómeno dejó la sobrecogedora cifra de más de 200 fallecidos y miles de personas afectadas por daños materiales y pérdidas millonarias.
Como consecuencia, parte de la conversación sobre la causa de la rápida crecida de los niveles de agua en cauces y barrancos que arrasaron esta zona de la Comunidad Valenciana se centró en el mal estado de conservación de los bosques y vegetación de las riberas de los ríos. Pero, ¿qué papel juega realmente la masa forestal en un fenómeno meteorológico tan destructivo?
¿Qué es una DANA?
No podemos entender el papel de los árboles ante un fenómeno de este tipo sin antes comprender cómo se genera y cuáles son los efectos directos de una DANA.
Por sus siglas, depresión aislada en niveles altos, -popularmente conocida como “gota fría”- es un fenómeno por el que una masa de aire muy frío queda aislada y empieza a circular a altitudes de entre 5.000 y 9.000 metros, lejos de la influencia de la circulación de la atmósfera.
Cuando esta masa de aire choca con el aire más cálido y húmedo, se generan fuertes tormentas de lluvia, provocando grandes inundaciones. Este ambiente inestable puede mantenerse durante días, aunque no todas las DANAs crean condiciones tan extremas como las que afectaron a Valencia a finales del mes de octubre. Fue un caso excepcional, ya que las precipitaciones fueron equivalentes a toda la lluvia que cae en esa misma zona durante todo un año.

La importancia de tener los cauces limpios
Contar con una masa forestal sana y cuidada durante un fenómeno de precipitaciones tan extremo es esencial. El agua generada por estas lluvias torrenciales arrastró escombros, coches, pero también toneladas de Aruno donax, una planta comúnmente conocida por el término “caña”. La enorme y densa masa de cañas provocaron el colapso y taponamiento de muchos de los sistemas de drenaje, lo cual propició el desbordamiento de los cauces.
Esto generó que uno de los temas principales de debate en los días posteriores a la catástrofe fuese el de la limpieza de los cauces, pero ¿qué significa esto exactamente?
La AEA, Asociación Española de Arboricultura, explica que la limpieza de estos ecosistemas no debe hacerse de manera descontrolada, ya que esto favorece al desarrollo de la Aruno donax: “Desbrozar todo y dejar el río ‘pelado’ propicia el aumento de la velocidad de las aguas, la erosión y además favorece que las cañas crezcan más”, explican en su comunicado de prensa dedicado al bosque de ribera.
Principalmente, la limpieza debe enfocarse hacía escombros o restos generados por la actividad de los humanos. En el caso de Valencia, gran parte de los restos de árboles y cañas arrastrados por las corrientes de agua era vegetación en mal estado que no tenía el mantenimiento correcto o que no había alcanzado un estado de naturalidad, es decir, de asentamiento para que la comunidad vegetal tenga la capacidad de lidiar con fenómenos de este tipo.
La erosión del suelo, una aliada de la DANA
Llegados a este punto, los bosques y la vegetación no son un enemigo ante un fenómeno destructivo como la DANA. De hecho, éstos juegan un papel fundamental en la regulación del ciclo del agua. Una gestión forestal adecuada ayuda a que una inundación pueda ser más o menos destructiva y aquí entramos en una de las actividades que pueden marcar la diferencia en caso de una catástrofe natural como la de Valencia: la deforestación.
Hay que aclarar que la deforestación no es lo mismo que la tala de árboles controlada. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la deforestación se da cuando se le otorga un uso diferente a la tierra de las áreas taladas. Es decir, cuando el bosque nunca vuelve a ser bosque. La ONU también explica que esta degradación del terreno tiene diferentes repercusiones en el ambiente, como la pérdida de biodiversidad, la alteración de los ciclos del agua o la erosión del suelo.
Esta última es una de las principales aliadas para un fenómeno como la DANA. La erosión del suelo provoca un aumento de las inundaciones en caso de lluvia. Cuando se talan los árboles de manera descontrolada, los bosques desaparecen, la lluvia no se filtra correctamente a través de la superficie y viaja hacia los núcleos urbanos, generando la destrucción que ello conlleva. En el caso de Valencia, la fuerza del agua erosionó el terreno de manera agresiva, aunque algunos árboles protegidos sí consiguieron resistir ante su embestida.
Por ello, hay que destacar que los bosques tienen una importantísima función medioambiental, ya que son barreras naturales contra los desastres. Con una correcta gestión forestal, los bosques nativos tienen la capacidad de absorber los excesos de lluvia y esta se filtra hacia las napas freáticas. A este fenómeno se le conoce como “tanque de agua” de la naturaleza. Además, las copas de los árboles hacen una labor esencial, mitigando la humedad que acaba formando nubes cargadas de agua.
De ese modo, una intervención adecuada en ingeniería e hidrología forestal puede ser clave entre que un desastre natural tenga unas consecuencias u otras.

Un problema mundial que va a más
Obviamente, esto no afecta exclusivamente a España, sino que desde hace años se viene observando en todo el mundo. Uno de los ejemplos más claros y recientes que demuestran el efecto de la deforestación en caso de inundación fue lo sucedido en el sur de Brasil en 2024. Esta área se vio afectada por unas fuertes inundaciones, catalogadas como unas de las más devastadoras en la historia de la región.
Desde el país latinoamericano señalan que uno de los factores significativos que contribuyeron a esta destrucción fue la deforestación provocada por el cultivo de soja, de la cual Brasil es el principal productor y exportador mundial. La eliminación de vegetación nativa generó la incapacidad de manejar las intensas lluvias, dando como resultado unas inundaciones de proporciones épicas.
Según un estudio publicado por RAISG, Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferencia, entre 1985 y 2022 el estado de Rio Grande do Sul perdió 3,6 millones de hectáreas de vegetación nativa, o lo que es lo mismo, un 22% de su cobertura forestal original. De ese modo, se ha perdido gran parte de la esponja natural que son los bosques. Las inundaciones provocaron decenas de muertes, así como la destrucción de miles de hectáreas de terreno. Por ello, los expertos insisten en la necesidad de reconstruir la vegetación nativa y replantear las prácticas de uso del suelo para prevenir futuras catástrofes.