La respuesta al efecto a largo plazo del cambio climático en la naturaleza puede estar enterrada en los pantanos del sureste de Estados Unidos. Un grupo de investigadores de la Florida Atlantic University ha analizado 95 ejemplares de ciprés calvo (Taxodium distichum) localizados en la desembocadura del río Altamaha, en Georgia. 

Los árboles se encontraban en estado subfósil y fueron examinados por un grupo de especialistas de la Lynn University, la Universidad de Georgia, el Departamento de Recursos Naturales de Georgia y el Museo de Historia Natural de Georgia. 

A partir de los datos registrados, los científicos han conseguido reconstruir las condiciones de crecimiento de los árboles durante siglos y, en esta observación, encontraron algo que llamó su atención

Hasta aproximadamente el año 500 d.C., los cipreses podían alcanzar edades de hasta 470 años de vida. Sin embargo, a partir de ese momento, la longevidad de los cipreses comenzó a reducirse drásticamente, hasta aproximadamente los 186 años. Este hecho habría coincidido con el Mínimo Vándalo, una crisis climática del siglo VI relacionada con erupciones volcánicas y, posiblemente, el impacto de algún cometa. 

Una ventana al impacto a largo plazo 

Esta consecuencia no responde únicamente a las condiciones ambientales locales. Aunque los investigadores reconocen que el cambio climático estudiado no fue perfectamente sincrónico a nivel global, estos cipreses son una ventana única para evaluar el alcance de los impactos ambientales prolongados. 

“Los anillos del ciprés calvo son como anotaciones en el diario de la naturaleza, escritas año tras año y estación tras estación, que muestran cómo incluso los cambios más lentos pueden moldear el curso de la vida”, explica Katherine G. Napora, profesora adjunta del Departamento de Antropología de la Facultad de Artes y Letras Dorothy F. Schmidt de la FAU. 

“En su silenciosa persistencia, estos árboles ofrecen tanto una advertencia como una lección: que el mundo está más interconectado de lo que solemos creer, y que la historia de la Tierra no solo se cuenta a través de la historia escrita, sino que está grabada en la madera, incrustada en los paisajes y transmitida por los organismos vivos”, afirma la investigadora. 

Con todo ello, los anillos de los troncos de estos árboles revelan que los efectos de aquel cambio climático sucedido hacen más de 1500 años, todavía tienen consecuencias hoy en día, ya no solo en los propios árboles del bosque, sino en todo el ecosistema que los rodea. 

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