En las últimas décadas, el crecimiento de las ciudades y de su densidad edificatoria, ha provocado el agotamiento de las bolsas de suelo y espacio libre, convirtiendo a este en un bien escaso. La colmatación de los núcleos urbanos debida a la presión inmobiliaria, las necesidades de nuevas infraestructuras y los nuevos planteamientos de movilidad urbana, han ido reduciendo poco a poco el espacio disponible para la vegetación a cota cero.
Bajo esta nueva situación, el arbolado urbano, fuente de numerosos beneficios ecosistémicos para la trama urbana, se encuentra con grandes dificultades para su incorporación y desarrollo dentro de la trama urbana. Esta limitación se ve aún más condicionada por una red de infraestructuras subterráneas cada vez más colmatada, normativas de accesibilidad más sensibles a las necesidades de personas con movilidad reducida y viarios para transporte sostenible, lo que acaba complicando la implantación y gestión del arbolado, especialmente el de gran porte. Esta problemática, junto a la falta de sensibilidad, en muchas ocasiones, de las corporaciones municipales, presionadas por agendas políticas y cortoplacismos electorales, han convertido los desafíos de la arboricultura actual en una cuestión de máximo interés, motivando el desarrollo de una arboricultura más eficiente e innovadora, en los últimos años.
Un recurso potencial: colonizar el plano vertical
Ante este panorama de escasez de áreas de actuación, en las que poder desarrollar una red de infraestructura urbana eficiente y sostenible, la oportunidad de poner en valor el potencial paisajístico de los lienzos de fachada y muros disponibles en la ciudad, emerge como una oportunidad de gran interés. Los nuevos modelos urbanos enfrentan la necesidad de promover el diseño de estrategias combinadas orientadas a mejorar la resiliencia urbana y su gestión y durabilidad a largo plazo. Y a día de hoy la tecnología que permite el ajardinamiento de fachadas pone en nuestras manos una alternativa a considerar, desde un enfoque del análisis de ciclo de vida y de los aspectos beneficiosos que su promoción puede aportar.
La jardinería vertical actual, evolucionada técnicamente desde los primeros proyectos diseñados por Patrick Blanc hace más de 20 años, surge como una oportunidad estratégica, que, sin intención de rivalizar con el arbolado ni pretender sustituirlo, puede ser concebida como solución complementaria de alto valor. Hablamos de estrategias viables y eficientes para exprimir el potencial paisajístico y el aprovechamiento de las zonas verdes en los núcleos colmatados y escasos de suelo libre. De esta forma, las fachadas ajardinadas, lejos de postularse como elementos que sustituyen o excluyen al árbol, han de ser concebidas, desde las primeras etapas del diseño, como herramientas tecnológicamente avanzadas para integrar la naturaleza de una forma controlada, eficiente y optimizada, en aquellos espacios donde el árbol no es una opción viable. Surgen así nuevas estrategias que potencian el verde urbano y la presencia de la vegetación en ciudades, sin consumir superficie horizontal, un recurso escaso como venimos justificando en este artículo.
Desde su incorporación en fachadas de edificios de la administración pública, hasta su integración como innovadora solución constructiva de fachada, resolviendo medianeras y paramentos de edificios, la jardinería vertical permite potenciar la inclusión del verde urbano en ubicaciones y superficies verticales olvidadas, como patios interiores, fachadas ciegas, pasarelas peatonales elevadas e incluso edificios asociados a la infraestructura del transporte.
Se abre un nuevo camino para los responsables del diseño urbano y la instalación de zonas ajardinadas. El diseño y la gestión de una nueva interfaz vertical, que plantea nuevos desafíos y oportunidades. Para su diseño e instalación se necesitan equipos multidisciplinares que resuelvan el diseño estructural, su integración arquitectónica y conexión con las instalaciones de los edificios, sin olvidar su interconexión con el resto de elementos paisajísticos que configuran grandes corredores verdes en la ciudad, como promueven las directivas europeas en materia de infraestructura verde (Estrategia de Biodiversidad 2030) apostando por restaurar la conectividad ecológica en los entornos urbanos. De esta forma, los jardines verticales se conciben como una infraestructura verde más. Hablamos de la posibilidad, la oportunidad y el compromiso que los profesionales tenemos, de poder crear nuevos modelos que resuelvan la complejidad que la trama urbana que plantean las ciudades del sXXI.

La tecnología permite la creación de nuevos medios de cultivos inteligentes para ajardinar el plano vertical, pero sigue siendo necesario el diseño paisajístico basado en un estudio micro climático específico, del que se derive una correcta elección de especies. Un estudio de soleamiento que considere las singularidades de la trama urbana y las sombras arrojadas entre edificios. Un diseño vegetal que ha de tener presente también el coste asociado a su mantenimiento a lo largo de toda su vida útil. Y en este punto, se hace necesario para la mejora de sostenibilidad, entendida en todo su amplio concepto, el desarrollo e implementación de sistemas de riego automatizado, tele gestionado y monitorizado. Así como definir fórmulas de acceso para conseguir un fácil mantenimiento. Además, sin olvidar el aspecto más crítico en la gestión del verde de los últimos años: el cumplimiento de una gestión y eficiencia hídrica, capaz de afrontar periodos de escasez de sequía. Esta nueva concepción de sistema constructivo vegetal supone la consideración de los sistemas y su caracterización de seguridad ante el incendio, el factor más crítico del diseño urbano.
Nos encontramos a las puertas de un marco normativo novedoso, que en España aún está en fase embrionaria. Nos quedan años hasta ponernos a la altura de países como Alemania, Austria o Reino Unido, que cuentan con normativas técnicas y herramientas que facilitan su implementación y facilitan el trabajo de diseñadores y de funcionarios públicos encargados de revisar y validar las propuestas.
Para los profesionales del diseño urbano y las administraciones públicas, abrazar y poner en marcha estas herramientas es un factor clave, de cara a liderar una transición a entornos urbanos mejor conectados con la naturaleza, y más habitables y sostenibles. Tenemos un gran reto por delante, y, como profesionales, tenemos que asumir la parte que nos toca a cada uno. ¡Así que, manos a la obra!