Enrique Conde

CEO en Certhia Arboricultura

El mundo en el que vivimos está pasando por una dinámica poblacional marcada por un crecimiento demográfico desigual, concentrándose en las grandes ciudades. Según datos de las Naciones Unidas, más del 55% de la población global vive actualmente en áreas urbanas, porcentaje que podría alcanzar el 68% para 2050. 

Entre hormigón y asfalto, los árboles, a menudo castigados, transforman el paisaje de los núcleos urbanos y mejoran la calidad de vida de sus habitantes. Su presencia va mucho más allá de lo estético; son proveedores de innumerables beneficios ecosistémicos que actúan positivamente sobre la salud, el medio ambiente y la cohesión social. 

Uno de los beneficios más evidentes es su capacidad para mejorar la calidad del aire. En un mundo donde la contaminación atmosférica es una de las principales amenazas para la salud pública, los árboles actúan como filtros naturales. Las hojas de sus copas capturan partículas contaminantes y absorben gases como el dióxido de carbono, el ozono y el dióxido de nitrógeno. Además, liberan oxígeno, enriqueciendo la atmósfera con el aire que respiramos. La FAO señala que un árbol promedio puede absorber entre 10 y 40 kg de CO₂ anuales, dependiendo de la especie, edad y condiciones ambientales. Para árboles maduros (bosques templados o tropicales), algunas estimaciones elevan la cifra a hasta 150 kg/año, aunque con variaciones. 

Otro beneficio crucial es su papel en la regulación térmica. Las ciudades, debido al efecto de isla de calor, suelen presentar mayores temperaturas que las áreas rurales circundantes. La cobertura arbórea proporciona sombra y reduce la temperatura del aire a través de la evapotranspiración. Esto no solo crea microclimas más frescos y agradables, sino que también disminuye el gasto en aire acondicionado, lo que se traduce en un ahorro energético y una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. 

Además de estos beneficios ambientales, el arbolado incide significativamente en la salud mental y física de los ciudadanos. Los baños de bosque, una práctica japonesa de conexión consciente con la naturaleza, que actualmente incluso comienza a recomendarse desde la comunidad médica, no solo reducen el estrés y la ansiedad, sino que también fortalecen el sistema inmunitario. Estudios científicos demuestran que pasar tiempo entre árboles disminuye el cortisol, regula la presión arterial y aumenta la actividad de las células NK (Natural Killers), clave para la defensa contra enfermedades. La naturaleza, en silencio, nos ofrece una medicina sin efectos secundarios. Asimismo, estos espacios fomentan la actividad física, ya que invitan a pasear, correr o practicar deportes al aire libre, contribuyendo a combatir problemas de salud como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares. 

Desde el punto de vista social, los árboles, y en particular los de grandes dimensiones, sirven como puntos de encuentro y referencia en las ciudades. Cada vez más, parques y avenidas arboladas se convierten en lugares de reunión, donde las personas interactúan, celebran eventos o simplemente disfrutan de un momento de tranquilidad. Además, los árboles viejos, veteranos o monumentales, tienen un valor histórico y cultural, ya que muchos de ellos han sido testigos del crecimiento y evolución de las ciudades, formando parte de la identidad local, valor añadido que se debería de preservar. 

Los árboles, cada vez más amenazados

Sin embargo, a pesar de sus múltiples beneficios, los árboles se enfrentan a numerosas amenazas en entorno urbano. La expansión y aparición de nuevos servicios e infraestructuras, las constantes obras de remodelación en entorno viario, la contaminación, las plagas y el cambio climático juegan siempre en su contra. Por ello, es fundamental que las ciudades adopten políticas de gestión y conservación que prioricen la protección de este patrimonio. Esto incluye la planificación de espacios adecuados para su crecimiento, la implementación de programas de mantenimiento y la sensibilización ciudadana sobre su importancia. 

En conclusión, los árboles, y en especial los ejemplares de grandes dimensiones, son mucho más que elementos decorativos en las ciudades. Son proveedores de servicios ecosistémicos esenciales que mejoran la calidad del aire, regulan el clima, promueven la salud y fortalecen el tejido social. Su conservación y cuidados no son solo una responsabilidad ambiental, sino una inversión en el bienestar de las generaciones presentes y futuras. En un mundo cada vez más urbanizado, estos seres vivos, los más grandes del mundo vegetal, nos recuerdan que la naturaleza no es un lujo, sino una necesidad. 

Para quien quiera saber más: recientemente se han publicado los estándares europeos de arboricultura, los cuales establecen directrices comunes de cara a las buenas prácticas en la gestión y mantenimiento del arbolado urbano respetando su integridad estructural y biológica. Estos estándares, algunos ya traducidos en español, se pueden encontrar en la siguiente dirección: http://www.europeanarboriculturalstandards.eu/ 

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