España se prepara desde hace semanas para la época con más riesgo de incendios. No obstante, este problema ya no es algo estacional, sino una amenaza para los paisajes del país durante todo el año. En esta entrevista, Mónica Parilla, Ingeniera Técnica Forestal y Responsable de campaña de Greenpeace España, analiza en profundidad los incendios forestales en la geografía española, sus causas, el impacto del cambio climático y cómo será su evolución en los próximos años. 

P. Estamos a las puertas del verano. ¿España se ha preparado correctamente para la temporada de alto riesgo de incendios forestales? ¿Se está invirtiendo lo suficiente?  

R. Los incendios ya no son algo exclusivo del verano. Otros años ha habido grandes incendios forestales en enero, en marzo e incluso con [la borrasca de 2021] Filomena. Efectivamente, cuando llegan los meses propios del verano, el riesgo de incendio se agrava claramente. En este sentido, podemos hablar de dos riesgos. El primero es el de ignición, es decir, la causa que genera el fuego. El 95% de los incendios son por causa humana. En cuanto a prevención queda mucho por hacer, como seguir haciendo campañas, no solo enfocadas en el comportamiento cívico en el monte, sino para alertar del uso de maquinarias en el medio natural, para restringir el uso del fuego o todo lo que tenga que ver con el origen de esa primera llama.  

Luego está el riesgo de propagación, que es cuando el fuego se descontrola y se define como incendio forestal. En España tenemos 28 millones de hectáreas de superficie forestal. Está claro que hay que invertir en extinción de incendios, pero lo que no se puede es que el presupuesto vaya destinado exclusivamente a la extinción porque vemos que no resuelve el problema, de hecho, lo agrava. Los propios operativos de extinción te dicen que la clave es la prevención. 

P. Regiones como la de Cantabria acumulan ya 600 incendios en lo que va de año. ¿Por qué en España son cada vez más intensos y frecuentes? ¿Qué influencia tiene el cambio climático? 

R. En el norte de España siempre se ha utilizado el fuego de forma cultural para gestionar los ecosistemas. De hecho, para prevenir también se hace uso del fuego para reducir la carga de material combustible. En el norte es donde ocurren el 50% de los incendios del país.  

No es que los incendios sean más frecuentes; de hecho, ha habido una reducción en el número de incendios desde 1998. Pero aun habiendo menos incendios, cuando estos se descontrolan, son los que causan el gran daño. El cambio climático es una clave en la evolución de los incendios forestales, pero no en su frecuencia. La comunidad científica alerta de manera recurrente sobre la relación entre los incendios de alta intensidad y el cambio climático a nivel mundial. Esto lo recogen los informes científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) a todos los niveles. Según Naciones Unidas, los incendios van a ser más intensos con un aumento mundial de hasta un 14% hasta 2030, un 30% para 2050 y un 50% para finales de siglo. Con el cambio climático hay un aumento de temperaturas, incrementando la evapotranspiración, y esto es un círculo vicioso. Los incendios forestales agravan un espacio degradado post incendio generando muchos matorrales que van a ser combustible. Con lo cual, muchos incendios se dan en zonas recurrentes, que arden una vez y otra vez.  Además, emiten CO2 y agravan la situación.  

El informe Copernicus, en 2022, explicaba que las emisiones de CO2 procedentes de los incendios de ese año fueron las más altas en los últimos 15 años. Los incendios en el Mediterráneo son totalmente diferentes a los del norte o Amazonia. Desde Greenpeace hicimos una declaración conjunta con otras entidades, desde la Administración, desde la ciencia, desde el tercer sector… con 15 demandas para decir que es fundamental la inversión en nuestras masas forestales y una de las demandas claras fue la de 1.000 millones de euros anuales para generar paisajes resilientes ante los grandes incendios forestales, así como espacio de trabajo para los operativos de extinción. 

P. ¿Qué modelo de prevención es más eficaz para un país donde coexisten diversidad de climas y de vegetación? ¿Podemos copiar algo que se esté haciendo bien en otros países? 

R. Para los planes anuales de incendios sí que se buscan unas directrices comunes. Yo no creo que haya un modelo específico, pero sí que tiene que haber unos criterios claros. La realidad del territorio es diferenciada en muchos aspectos. Cuando hemos intentado hacer informes sobre el cumplimiento de la normativa, vemos una alta disparidad de nomenclaturas que dificulta que el Gobierno central pueda chequear el cumplimiento. No hay un modelo preventivo al orden, pero sí que debe ser un modelo en el que haya una participación social que atienda a la realidad de los territorios, que tenga una inversión para hacer efectivas las políticas preventivas y con una comunicación de esas mismas políticas para que haya comunidades activas y no pasivas, que sepan prevenir y actuar. 

Hay algo que se llama los cinco capitales. Cuando hablamos de riesgo, tenemos que ver la exposición, capacidad de intervención y la susceptibilidad o autoprotección. Para todo ello se necesitan capacidades, y esas capacidades necesitan capital humano, físico, social, natural y financiero. Necesitamos que esa inversión esté claramente definida, y esa es la clave. 

España es un país un referente, sobre todo en cuanto a extinción. En torno al 66% de los incendios se quedan en un conato, por lo que hablamos de un operativo súper profesional y con unos porcentajes de extinción buenísimos.  

P. ¿En España hay alguna Comunidad Autónoma que gestione los montes mejor que el resto?

R. Según nuestro ranking, las Comunidades Autónomas más avanzadas en ese sentido son claramente Cataluña, Comunidad Valenciana y Andalucía. Hablamos de avanzada, porque ninguna tiene un aprobado. En cuanto a planificación en proceso, es decir, las que tienen mejoras, son Galicia, Baleares, Extremadura y Aragón. Galicia, desde 2018, ha mejorado mucho.  

Por debajo, en planificación deficiente, están Canarias, Navarra, Castilla-La Mancha, Comunidad de Madrid, Castilla y León, Asturias, La Rioja y Cantabria. En muy deficiente se encuentran Murcia y País Vasco. Algunos valores que usamos para hacer este ranking son en el nivel de sus planes preventivos, normativas específicas contraincendios, si tienen zonas de alto riesgo identificadas o, incluso, si nos han respondido a las peticiones de información. Este ranking nos permite hacer incidencia política y presionar a las comunidades para el cumplimiento de la normativa. Después de publicarlo, algunas comunidades, como Castilla y león, se han movido.  

Más que hablar de qué especies arden más o no, es importante hablar del tipo de masa forestal

P. ¿Cómo afecta el abandono rural y la falta de gestión forestal al aumento de incendios? 

R. El abandono en el medio rural es una clave. Los cambios sociodemográficos han provocado que la población se concentre en grandes ciudades y que abandonen actividades fundamentales como el pastoreo o la ganadería extensiva que generaban un paisaje mosaico con discontinuidades en el territorio que facilitaban la tarea de control de incendios. 

Igualmente, hay zonas a las que les ha venido muy bien que no haya personas porque ha limitado el riesgo de ignición. Por otro lado, hay otras zonas en las que ese abandono rural y transformación del entorno han hecho que tengamos un paisaje que es un polvorín. Es fundamental considerar que los incendios forestales se relacionan claramente con el reto demográfico.  

P. ¿Qué especies son más peligrosas para la propagación de incendios? ¿Cuáles menos? ¿Qué zonas son las más peligrosas en España? 

R. Más que hablar de qué especies arden más o no, es importante hablar del tipo de masa forestal. Por ejemplo, se suele decir que los eucaliptos son una de las claves de los incendios forestales en el norte. Realmente, más que el eucalipto, que es verdad que arde bien, tenemos que hablar del tipo de formación forestal. Si tienes una masa forestal irregular, con una formación más natural, el fuego va a progresar de una forma mucho más lenta. Si tienes una masa forestal monoespecífica y de la misma edad, lo que pasará es que el fuego va a progresar mucho más rápido. Más allá de la especie vegetal, tenemos que hablar del tipo de formación. 

Por otro lado, está el conocimiento de la pirojardinería. Necesitamos especies con más contenido de humedad, que no se sequen y ardan. Es verdad que en la zona norte de España se suceden más de la mitad de los incendios, pero la estadística lo divide en cuatro regiones: la nordeste, interior, Mediterráneo y Canarias. Cada una tiene una realidad diferenciada. En verano, la zona del Mediterráneo tiene mucho riesgo de incendios por el calor, el aumento del turismo y por toda negligencia que puede desencadenar grandes incendios forestales. La campaña estatal de extinción de incendios se ha adelantado al 1 de junio porque ha llovido mucho y hay mucho contenido en el suelo, pero por otro lado ya empieza el calor, hay una explosión de vegetación que cuando hay una ola de calor o temperaturas muy altas, se quema. Ahora mismo, hay una gran incertidumbre en cómo puede ser el verano.  

R. ¿Existe una comunicación efectiva por parte de las instituciones sobre la prevención de incendios? ¿Cuáles son las principales carencias? 

P. Por un lado, el dinero destinado a la gestión forestal. Las Comunidades Autónomas son muy dispares a la hora de la transmisión de la información. Es muy importante priorizar en la elaboración y en el acceso de la información. Las solicitudes de información han sido siempre una pesadilla. Cualquier persona usuaria y propietaria de una casa que quiera consultar si su municipio es una zona de alto riesgo de incendio, tiene que conocer el plan de autoprotección. Eso es obligatorio y muy poca gente lo sabe. Es una clave por parte de las administraciones acercar la obligatoriedad de estas cuestiones a la población. Queda mucho por hacer.

P. ¿Qué medidas urgentes propondrías para mejorar la prevención y gestión de incendios forestales en España? 

R. Claramente, el cumplimiento de la normativa. La ley de montes marca que las zonas de alto riesgo de incendio forestal tengan planes preventivos y la directriz básica de protección civil marca que las zonas de alto riesgo de incendio forestal deben tener planes de emergencia local y de autoprotección a la ciudadanía. Hay que invertir en esto, con personas técnicas para realizarlo. Hicimos un trabajo que consistió en llamar a los alcaldes y alcaldesas de los municipios de zonas de alto riesgo con los incendios más bestias de los últimos años. El alcalde de un pueblo de Salamanca nos decía: “No sé ni de que me habláis. Yo soy el que llevo el bar, no tenemos ni farmacia. Cuando tuvimos el incendio, me dieron una motobomba y ya”. La población rural es clave en la emergencia ambiental. Son los guardianes de los ecosistemas. Si no tienen los derechos básicos y recursos, difícilmente van a poder abordar este problema. 

P. Con la vista puesta en el futuro, ¿crees que la evolución de los incendios forestales, ya no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, irá a peor? ¿Crees que puede haber grupos organizados que se dedican a provocar incendios? 

R. Si seguimos con el modo de actuación actual, los incendios se van a agravar. Ya hemos visto realidades que han pasado en Portugal, en Grecia, Australia, etc. Si miramos el mapa de los ecosistemas del clima mediterráneo, vemos un calco claro con los grandes incendios forestales que no están asociados a deforestación. California o Australia son biomas mediterráneos, donde la época estival es la época seca. Claramente, si seguimos como hasta ahora, ya sabemos lo que va a pasar. La comunidad científica nos alerta de lo que ocurrirá.  

La buena noticia es que está en nuestra mano revertirlo y es posible. No podemos cambiar la meteorología ni la topografía, pero sí la gestión del paisaje, la gestión forestal, la percepción del riesgo y nuestra actuación. Con lo cual, es posible que podamos prepararnos y adaptarnos a la perdida de biodiversidades, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y tenemos que gestionar nuestros paisajes para que sean resilientes ante el cambio climático y los incendios forestales. 

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